viernes, 3 de julio de 2009

Termorregulación e Hidratación en Niños que Realizan Actividad Física


Luis F. Aragón Vargas.
Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.Gatorade Sport Science Institute.
1ª Parte.
INTRODUCCION
Durante la actividad física, los seres humanos generamos calor que debe ser disipado al medio ambiente de manera eficiente, para evitar un aumento en la temperatura corporal que podría ser perjudicial, no solo para el rendimiento deportivo sino para la misma salud. La deshidratación que normalmente acompaña a la actividad física en mayor o menor medida, también debe ser controlada para que no afecte el rendimiento ni la salud (2). Es particularmente importante entender las respuestas fisiológicas de los niños durante la actividad física, en este caso, en lo que concierne a termorregulación e hidratación.
CARACTERISTICAS TERMOREGULARIAS DEL NIÑO
En muchas áreas de estudio se afirma que al niño no se lo debe considerar como un adulto pequeño, y la fisiología del ejercicio no es la excepción.
Comparados con los adultos, los niños que se ejercitan en el calor muestran típicamente una mayor densidad de glándulas sudoríparas activadas por el calor, es decir, que tienen un mayor número de glándulas sudoríparas por unidad de área de la piel. Esto representaría una ventaja al permitir una sudoración más profusa. Sin, embargo la tasa de sudoración por cada glándula es mucho menor, es, decir, que la temperatura central debe alcanzar niveles más altos para activar la sudoración. El resultado, a fin de cuentas, es una menor producción total de sudor y un enfriamiento menos efectivo. Se ha estimado que la transición de un patrón de sudoración de niño hacia el patrón adulto ocurre durante las etapas tempranas de la pubertad.
Se sabe también que la composición de cloruro de sodio en el niño es distinta: la concentración de cloruro de sodio en el sudor es menor en los niños, mientras que la concentración de lactado, ión hidrogeno, y potasio, es mayor. No se conocen las consecuencias directas de esta composición distinta del sudor, pero una posibilidad seria que las bebidas deportivas ideales para los niños fueran ligeramente distintas a la de los adultos.
Los niños tienen también una mayor proporción del gasto cardiaco que fluye hacia la piel, lo cual podría ayudar en el transporte de calor desde los músculos activos hasta la superficie del cuerpo, donde puede ser disipado más fácilmente hacia el ambiente. Sin embargo, el gasto cardiaco a un consumo de oxígeno determinado es menor en niños que en adultos, de manera que no necesariamente el flujo sanguíneo absoluto hacia la piel va a ser mayor en los niños, a una intensidad determinada de ejercicio.
Los niños muestran típicamente un mayor calor metabólico de locomoción, comparado con los adultos. Esto quiere decir que para caminar o correr una determinada distancia a una misma velocidad, el niño gasta más energía y produce más calor, lo cual facilita el aumento en su temperatura corporal. Si esto se combina con el hecho de que los niños hipohidratados muestran una elevación de la temperatura central más rápida que la de los adultos hipohidratados, es obvio que el niño corre mayor riesgo de alcanzar temperaturas demasiado altas que afectarán directamente su rendimiento y su salud.
Finalmente los niños tienen menor tolerancia al ejercicio, es, decir, que su tiempo de ejercicio hasta la fatiga es más corto. Además, aunque son capaces de al aclimatarse al calor como lo hacen los adultos, el proceso de aclimataciones más lento. Se ha calculado que el tiempo requerido para alcanzar un determinado nivel de aclimatación al calor es aproximadamente el doble que el requerido por los adultos.
En resumen, entonces, los niños están en una cierta desventaja con respecto a los adolescentes y los adultos cuando realizan ejercicio prolongado en el calor, porque tienden a generar más calor, y tienen menor capacidad para para disipar ese calor hacia el ambiente (5). ¿Puede entonces el niño ejercitarse en el calor?.
A pesar de presentar ciertas desventajas, el niño si puede ejercitarse en el calor, a menos que que el estrés por el calor ambiental sea extremo. La diferencia estriba en que el niño se va a fatigar más rápido y, teóricamente, es más susceptible a los males por calor. Esta desventaja teórica no se ha demostrado científicamente, por medio de estudios epidemiológicos que comparen la incidencia de problemas por calor entre niños y adultos, pero es una posibilidad muy real que vale la pena prevenir.

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